En 2002, un grupo de viticultores y de empresarios de Moral de Calatrava, segunda localidad más importante de la Denominación de Origen Valdepeñas, decidió dar forma a un sueño recuperando la tradición bodeguera que décadas atrás había tenido este municipio desde finales del siglo XIX, cuando incluso se creó una línea férrea de vía estrecha que comunicaba Valdepeñas con Puertollano, haciendo parada en Moral.
En el horizonte tenían muy claro que la única vía pasaba por la elaboración de vinos de calidad, aunando su tradición vitivinícola e innovando, aunque sin perder nunca el matiz que sólo pueden transmitir los viticultores, con su gran esfuerzo en el mimo y el cuidado de la viña para obtener siempre el mejor fruto posible para elaborar vinos de calidad para todos los paladares y necesidades.
Los fundadores de la bodega tenían claro que el valor añadido de los vinos que estaban gestando suponía un importante esfuerzo comercial, que requería un enorme esfuerzo, pero también una gran ilusión.